23.6.08
Chotear
La nueva receta:
Básica para las várices, las malas costumbres y el mal de ojo de todas tus lindas mujeres.
La nueva receta consiste en la repetición.
Decir tu nombre mil veces, contarme todos los días cómo te fuiste, escupiéndome palabras por tu falta de sabrá dios qué cosa.
Por eso, la nueva receta no piensa, no llora y tampoco te odia.
En esta página tan sólo te imita: se tambalea y a veces divaga.
Digo tu nombre tres veces al día tres veces. Es mágica, esta mía nueva receta, rellena de nueva era, con energía, unos mantras y vidas pasadas. Si la repites tres veces te deseará lo mejor.
Para el dolor, para eso que hoy causas... por eso es alegre y me pone a bailar. Y se repite tres veces todos los días de los días; todos los fines de todos los tiempos.
Pero, ojo, que repetir no es volver pensando (de forma absolutamente ingenua) que no se regresa a lo mismo, para después encontrarse lo mismo de siempre, más fuerte, más triste, más… todo.
16.6.08
Pian pianito
A veces, las cosas se retuercen, sobre todo si se desea mucho algo. Suena el timbre en la oficina de correos y todas las agendas organizan un complot para asesinar incluso al más insignificante deseo. El pretexto es el de siempre: hay que trabajar la paciencia…
En la oficina de correos dicen que los jóvenes deseamos demasiado, y ese de más es por de más muy malo. Entonces pienso en mi deseo de hace dos años, que se parece mucho al de hace cuatro y un poco más al de hace seis. Trato de hacerme a la idea e intento no forzar a nadie. A veces, pierdo el control y me retuerzo como las cosas que se retuercen. Mi pretexto, el mismo de siempre: esas cosas pasan cuando se trabaja la paciencia ya de por sí falla.
Yo intento como intentan casi todos los que me rodean. Leo mis recetas de cocina para disfrutar el muy mentado día a día. Deseo todo el tiempo no desear, y cuando tengo suerte, a veces pienso en no pensar. Está de más contarte que ya pasé por el budismo, pero hasta a mí me daba risa y le exigí de más al mantra; también compré tres pares de zapatos para saber si sí era consumista.
Se me hace injusta la oficina de correos porque las cosas de mi vida se retuercen si yo deseo mucho y en la paciencia se me desgasta la inocencia y ya estoy harta de no poder desear como una gorda la comida, de no poder besar con ansias. Ya estoy hasta la madre.
Está de más contarte que en este texto volvió a faltarme la paciencia. Las cosas se revuelven, las cosas se revuelven…
En la oficina de correos dicen que los jóvenes deseamos demasiado, y ese de más es por de más muy malo. Entonces pienso en mi deseo de hace dos años, que se parece mucho al de hace cuatro y un poco más al de hace seis. Trato de hacerme a la idea e intento no forzar a nadie. A veces, pierdo el control y me retuerzo como las cosas que se retuercen. Mi pretexto, el mismo de siempre: esas cosas pasan cuando se trabaja la paciencia ya de por sí falla.
Yo intento como intentan casi todos los que me rodean. Leo mis recetas de cocina para disfrutar el muy mentado día a día. Deseo todo el tiempo no desear, y cuando tengo suerte, a veces pienso en no pensar. Está de más contarte que ya pasé por el budismo, pero hasta a mí me daba risa y le exigí de más al mantra; también compré tres pares de zapatos para saber si sí era consumista.
Se me hace injusta la oficina de correos porque las cosas de mi vida se retuercen si yo deseo mucho y en la paciencia se me desgasta la inocencia y ya estoy harta de no poder desear como una gorda la comida, de no poder besar con ansias. Ya estoy hasta la madre.
Está de más contarte que en este texto volvió a faltarme la paciencia. Las cosas se revuelven, las cosas se revuelven…
No tengo título porque mi autora no se concentra
Si te platico esto
Si te confieso
cómo doliste ayer
Si ya no puedo comparar
Jamás sabrás cómo fue…
Si yo te digo que
Si te dijera que yo
SIEMPRE QUISE QUERERTE
Sólo quería quererte bien…
Mira que fui muy ingenua
Mira que tonta que fui
Yo sólo quise quererte bien
Si yo te abrazo hoy
Si yo te digo que te quiero
Y tú te quedas callado…
Yo ya no quiero pensar
Porque no quiero comparar
Mira que fui muy solemne
Mira que tonta me vi
Tú que querías no pensar
Yo ya no quiero quererte…
Si te confieso
cómo doliste ayer
Si ya no puedo comparar
Jamás sabrás cómo fue…
Si yo te digo que
Si te dijera que yo
SIEMPRE QUISE QUERERTE
Sólo quería quererte bien…
Mira que fui muy ingenua
Mira que tonta que fui
Yo sólo quise quererte bien
Si yo te abrazo hoy
Si yo te digo que te quiero
Y tú te quedas callado…
Yo ya no quiero pensar
Porque no quiero comparar
Mira que fui muy solemne
Mira que tonta me vi
Tú que querías no pensar
Yo ya no quiero quererte…
15.6.08
Se busca
Mi secreto tiene el pelo rizado, los ojos dilatados y el cerebro podrido (Yo busco a mi secreto sin rostro en cada rostro) Mi secreto es esbelto, se escurre a veces y juega al tenis vestido de blanco (Yo oculto a mi secreto para sentir que tengo algo) Mi secreto a veces llama para pedir una pizza con doble queso (Es alérgico a mí). Mi secreto existe porque el queso de mis labios no lo convence del todo (Yo oculto lo que tengo a mi secreto) Y aquí me callo porque no quiero que vuelvas (Yo te busco)
11.6.08
Admite!
Ya, deja la indignación. Todos sabemos que los hombres dedican poemas a cambio de sexo y las mujeres escriben por falta de aprobación.
Deberías leerme
Yo sé que tu vida es monótona, nada perversa y se parece a ti. Por eso, deberías leerme siempre. YO, que sólo soy un elefante enorme y gordo.A mí deberías leerme. A mí que vivo lejos. A mí, que estoy aquí: monótona y nada perversa. A mí que me parezco tanto a ti.
8.6.08
Bitácora: Para que me conozcas
De dónde sacaron eso de que ¿cómo? ¿que a mí me gustaban las manzanas? Seguramente sí. Tal vez del patético bolso roído de tu mago amigo, ese mago. Perdón, sí, ya sé. El bolso no tiene la culpa, pero veces lo viejo me da culpa. Miro el pantalón desgastado de un hombre y pienso en el campo seco, y en las vacas flacas y en su estómago cantándole a los muertos. Miro el bolso desgastado de una señora y me siento mal; el mío no me ha importado nunca, pero su pobreza me recorre los brazos porque los azota.
En San Telmo todo me dolía porque todo era viejo. La nostalgia a veces duele más que muchas cosas. Pero yo me acostumbré.
Primero, esquivaba ciertas calles, sobre todo las calles donde vendían antigüedades. La taza y el reloj, el payaso y la coca-cola de los años sesentas o cuarentas o qué se yo. Todo era igual de viejo ahí, pero era yo la que robaba tiempo.
El lado izquierdo, el lado invadido. Fachadas nuevas, remodeladas, y de alguna forma, extranjerizadas. Evidentemente, por ahí yo, siempre. Il forno de San Telmo, ahí yo, ahí mis desayunos y mis tardes. Y el lado izquierdo… demasiada tradición para alguien que ni siquiera supo mamar nunca nada; nada de su mariachi, de su tequila, de su chile… mira que puedo ser vulgar.
Uno se acostumbra a todo mientras se pierde en la mancha, aun con la certeza de que no se puede encajar del todo, con todo y la buena voluntad. Eso no se puede. Yo por eso nunca pude acariciar al perro tuerto -el de la cantina vieja con los dueños viejos, las pizzas deliciosas y el güisqui baratísimo-. Por eso pagaba el doble por el viaje en taxi, por la vista y por el mate. Lo justo. Eso sí, jamás me cobraron los abrazos y mira que Buenos Aires sí me quiso, aunque nunca me gustaron sus manzanas.
5.6.08
El piojito
El tiempo debería
A veces
Quisiera regresar un poco, dos pasos. A ve
Yo quisiera,
Yo sé
pero sé, que nunca más seré.
Sentarme en sus piernas. Quedarme dormida, mientras con sus manos me aplica un revolucionario “piojito”. Noto, inevitablemente, que mis palabras tienen 25 años y han perdido su inocencia (hago drama). Me miro. ¿Cómo es que todavía me da risa? Yo ya no soy inocente (hago drama). Junto con el cuerpo envejecen mis palabras(sí que hago drama). Mis palabras huelen a perfume Chanel; huelo a señora (soy realista). Ya no estoy en edad de vestir minifaldas y decir groserías sin que suene horrible. ¿Ya no estoy en edad de que me hagan piojito? Ya no puedo sentarme en sus piernas… Aunque el piojito, el piojito es para siempre.
A veces
Quisiera regresar un poco, dos pasos. A ve
Yo quisiera,
Yo sé
pero sé, que nunca más seré.
Sentarme en sus piernas. Quedarme dormida, mientras con sus manos me aplica un revolucionario “piojito”. Noto, inevitablemente, que mis palabras tienen 25 años y han perdido su inocencia (hago drama). Me miro. ¿Cómo es que todavía me da risa? Yo ya no soy inocente (hago drama). Junto con el cuerpo envejecen mis palabras(sí que hago drama). Mis palabras huelen a perfume Chanel; huelo a señora (soy realista). Ya no estoy en edad de vestir minifaldas y decir groserías sin que suene horrible. ¿Ya no estoy en edad de que me hagan piojito? Ya no puedo sentarme en sus piernas… Aunque el piojito, el piojito es para siempre.
2.6.08
Ciertos días en la vida...
Todos salieron a buscar al día que habían perdido. Yo sabía que mi Lunes no podía estar lejos; lo sabía sin saber porqué. Tal vez, no lo sé, pero me atrevería a decir que lo conozco lo suficiente como para no buscar directamente en el parque.
Esperar tu dosis, tu respectivo día de angustia… La verdad, ya me da lo mismo.
Sé que volverá aunque no salga a buscarlo; que volverá siempre, aunque yo quiera que se pierda y no regrese nunca. Mira que lo predecible siempre desanima. Porque los días son como los felinos; vuelven para torturarnos con sus ojos.
Todos salimos a buscar, porque los días se fueron y nos dejaron bebiendo limonada como maricones felices. Me gustan los maricones. Me gusta la limonada, y todo está bien pero no soporto eso de buscarte.
En el camino me encontré al loco de los ojos morados y la sonrisa de siempre. Traía una bata de dormir y esa gorra que no entiendo bien qué cubre. Ése, el que un día dijo que mi amor era un San Santo, como todo lo que sangra por su duración…
Traía un látigo en la mano y había perdido a su Domingo. Jamás pensé que un domingo pudiera domarse. De cualquier forma yo saludé y le dije “Muy buenas tardes vecino” y me fui para el parque a buscarte.
Esperar tu dosis, tu respectivo día de angustia… La verdad, ya me da lo mismo.
Sé que volverá aunque no salga a buscarlo; que volverá siempre, aunque yo quiera que se pierda y no regrese nunca. Mira que lo predecible siempre desanima. Porque los días son como los felinos; vuelven para torturarnos con sus ojos.
Todos salimos a buscar, porque los días se fueron y nos dejaron bebiendo limonada como maricones felices. Me gustan los maricones. Me gusta la limonada, y todo está bien pero no soporto eso de buscarte.
En el camino me encontré al loco de los ojos morados y la sonrisa de siempre. Traía una bata de dormir y esa gorra que no entiendo bien qué cubre. Ése, el que un día dijo que mi amor era un San Santo, como todo lo que sangra por su duración…
Traía un látigo en la mano y había perdido a su Domingo. Jamás pensé que un domingo pudiera domarse. De cualquier forma yo saludé y le dije “Muy buenas tardes vecino” y me fui para el parque a buscarte.
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