Hoy, no sé de dónde sacar el beneficio de ésta, la mía situación tan desconcertante, tan semi vacía y a punto de llenarse. Me gustaría pensar que el día de mañana seré más inteligente, fuerte, menos ingenua, más azul, menos palmera, más paciente, menos obstinada, más realista, menos enamoradiza, más de todo, menos de nada.
Pero, ¿y hoy?
Hoy, simplemente no sé justificar mi silencio.
Mis pies tienen frío y me preguntan: ¿y los calcetines? Ya estamos morados… Pero yo, que siempre he creído que mis pies hablan demasiado, yo la verdad ya no sé qué decirles. Sí, carajo, lo noto. Y lo noto y continúo como antes, descalza.
La carta en la que creo hoy me ha pedido paciencia. Me preguntó sin más ¿quién eres? Y a mí ya me urge responderle para seguir adelante. Me dijo “hay que vaciarse para ser llenado”. Mis pies no entienden, sólo se quejan; sólo me padecen.
Habrá que pedirle perdón a los pies por todos los perdones que no he recibido yo. Perdones que se dan cara a cara. Por todas las veces que me adelanté, por todas las veces que dejé que el tiempo penetrara,me enfriara desde las uñas hasta las mías entrañas más extrañas que poseo. Mira que necesito 20 días para pedirme perdón por el color de mis dedos y este silencio que no para de dolerme.
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