2.6.08

Ciertos días en la vida...

Todos salieron a buscar al día que habían perdido. Yo sabía que mi Lunes no podía estar lejos; lo sabía sin saber porqué. Tal vez, no lo sé, pero me atrevería a decir que lo conozco lo suficiente como para no buscar directamente en el parque.

Esperar tu dosis, tu respectivo día de angustia… La verdad, ya me da lo mismo.

Sé que volverá aunque no salga a buscarlo; que volverá siempre, aunque yo quiera que se pierda y no regrese nunca. Mira que lo predecible siempre desanima. Porque los días son como los felinos; vuelven para torturarnos con sus ojos.

Todos salimos a buscar, porque los días se fueron y nos dejaron bebiendo limonada como maricones felices. Me gustan los maricones. Me gusta la limonada, y todo está bien pero no soporto eso de buscarte.

En el camino me encontré al loco de los ojos morados y la sonrisa de siempre. Traía una bata de dormir y esa gorra que no entiendo bien qué cubre. Ése, el que un día dijo que mi amor era un San Santo, como todo lo que sangra por su duración…

Traía un látigo en la mano y había perdido a su Domingo. Jamás pensé que un domingo pudiera domarse. De cualquier forma yo saludé y le dije “Muy buenas tardes vecino” y me fui para el parque a buscarte.