27.9.08

Sándalo



Lo íntimo es un cajón de madera con olor a rosas. Por su parte, la persona siempre será una textura, a veces de listones claros con sensaciones poco transparentes que no caben en ningún espacio de madera.

Personales siempre serán los datos. Íntimos sólo serán los detalles de momentos solitarios entre dos personas que se saben cerca.

Esas cosas tan absurdas siempre serán personales; como las prendas íntimas, como los productos de limpieza. La intimidad por su parte, siempre será algo más flexible. Algo en lo que cabe más de uno.

Mujercita muerdoncita


Ahora que si me agarras de mal humor, huy, la cosa cambia, mucho. Mucho que cambia la cosa. Pero entonces, tendrías que saber cómo se hace para provocar el enojo de una damita, de una señorita, de una muchachita, de una mujercita como yo.

“Yo soy una mujercita muerdoncita” dije, mientras te explicaba, mientras derramaba cosas importantes.

Pero, si me agarras de buen humor, huy, la cosa cambia, harto, mucho. Hiu! demasiado. Pero entonces, tendrías que saber cómo se hace para que esta cosita, personita pequeñita y muerdoncita te sonría…

“Yo soy una mujercita muerdoncita” dije, mientras te besaba. Mientras derramaba cosas importantes…

Aunque claro, cabe siempre la buena chance de la gran neutralidad.

-Poco probable?
-Sí.
-Imposible?
- Nunca

Te diría entonces que mejor te vayas; que tomes tu paraguas y te marches. Por que la chance se aplica mejor sólo en situaciones de juego y sin estrés. Pero a mí, que sólo soy tu mujercita muerdoncita, difícilmente podrás jugarme y en cambio siempre, siempre, siempre podré estresarte.

24.9.08

Av. Revolución


Iba yo, iba. En el auto a eso de las dos de la tarde. Mirando los seis carriles, mirando. Los seis carriles y las ballenas enormes, sostenidas por el cielo. Montadas en el cielo. Las ballenas de concreto nadaban en el cielo mientras los autos las recorrían. Iba yo, pensando que un día por ahí pasé y pensé que te quería, que te quería de vuelta. Que te quería volver a ver.
Esos momentos que no se viven realmente se sienten y se detienen.
Se sienten y me detienen el corazón. Detuve el coche para sentir la eternidad.

Cómo parar el coche? Detenerlo ahí, justo debajo de esa ballena de concreto? Sería, tal vez, ser incapaz de pensar en los demás.

Pero paré. Y las ballenas me cubrieron, toda, con una sombra muy inmensa y triste.

“Ahora mismo tendría que estar salvando al mundo” pensó Plastiquito.


Tal vez debería resolver la crisis económica que ciertos países tarugos enfrentan. Mira que la vida puede complicarse. Un desconocido de pronto llega y te obsequia, así, de la nada, un plastiquito coqueto con un espacio para que escribas tu firma. “Tengo tantas ganas de ser especial -dice tu silencio- tantas ganas de firmar, de escribir mi nombre en ti”. Después, el plastiquito se desliza entre pequeños artefactos extraños (sabrá dios cómo funcionan), pero se desliza, el plastiquito, en ellos, y de pronto la felicidad es posible.

Sí, yo existo. Me deslizas en el artefacto cotorro y gris y existo.
Me firmas las costillas y además de reírme, existo. Y soy real. Soy real si me deslizas entre ese espacio azucarado. Soy real cuando me guardas entre papelitos tontos y teléfonos a los cuales nunca marcarás, pero no porque seas cobarde, no. Ya no sabes de quién coños era ese número que te costó seis margaritas y unos cuantos tontos cigarritos. Pero todo bien conmigo… porque a mi número no necesitas apuntarlo. Tú no me olvidas nunca. Me quieres, me recuerdas, me deslizas. Mira que la vida puede complicarse, sobre todo cuando te hago falta. Y te hago falta siempre. Entonces, mi ego se infla, se inflama invisible, inimaginable y crece. Crece a la par de ochenta mil plastiquitos felices que también se inflan, se deslizan y endulzan la vida de ocho mil idiotas que sonríen tristes. Y nos desliza el ego con tal placer que se te olvida el fin de mes.

Pero no, yo te quiero siempre, siempre y cuando me deslices siempre. No soy yo la que te dice idiota a fin de mes. No soy yo la que te quita lo que tienes. No soy yo la que te roba la mirada y te rellena el alma con su hambre de existencia. Yo no soy tu banco. Yo no soy la crisis de las casas que de pronto ya no existen. Yo te gusto, yo te gusto siempre. Siempre y cuando me deslices.

21.9.08



"I always loved the night
And now you offer me eternal darkness"

18.9.08



Yo no invento lo que escribo. Sólo sé parlar de cosas personales. Tan personales como mis hábitos de limpieza.

salud!

17.9.08

Saber mentir



Se necesitan muchas horas de sueño y horas de dolor. Horas pues, de esas que pasan lento. Entonces uno siente que algo se prepara en la cocina del pecho. Casi puede percibirse un olor a queso. Por que por supuesto que yo no tengo sangre roja, ni huesos ni eso acolchonado que a los hombres les encanta. Lo mío es ser un queso con forma de persona semiafeminada. Voy en el auto y pienso. Pienso mucho lo que pronto saldrá de mi boca semiácida. Mi boca rosa, roja, rosa, ro… mi boca. Pienso mucho que de mi queso mental saldrá una especie, una suerte de… bola peluda. Una bola peluda y sumamente intelectual que te dirá: “cariño mío, dirás lo que quieras pero mentiste”.
Sí, mi corazón de queso se prepara para una serie de palabras que están por comenzar.

sobre los ellos ellos que no son yo: el ego parlante


Parece, sé que parezco... el tipo de persona que ruega, pero hasta ahora nunca he rogado en serio. Ni siquiera por mi alma. Parece, sé que parezco... el tipo de persona que espera, y a veces espero pero no por que me guste. Y nunca espero más que lo que me conviene. Puedo ser tonta pero sé que sólo yo me convengo. Como puedes ver, parece que te espero pero yo no espero a nadie, al menos no a alguien de tu tipo. Hasta ahora eres sólo como él, como él, como él. Él es todos, todos son ideas, ideas que busco, ideas que impongo. Mi chamán me dijo que necesitaba aceptar a un alguien, a un él que me sea suficiente por lo que es. Bastas? Mira que podrías preguntarme lo mismo, y tú, niña rosa y malcriada, tú bastas? correspondes en proporción a tus exigencias? Y yo, como soy una persona sumanente descarada sólo me reiría. Después de todo con eso ha bastado para que me quieran. Yo basto. Bastan mis ideas, mi manera de morder. Basta mi sonrisa. Basta la garantía eterna de que no voy a quedarme más de lo que puedo. Pregunta entonces...puedes? porque de que basto, basto. Pero de que pueda... ya depede. Depende de tus ganas, de tu paciencia, puedes? porque a veces parezco hasta sencilla. Esa es una trampa mía. Seguro hablé de más, de más, de más. Eso es un defecto mío. Y hablé de más. Seguramente en un respiro te conté bastante, suficiente para que pensaras "ya me voy". Te fuiste? sí, te fuiste. Está bien. Así me evito a las personas simples, seguras, sencillas, planas... deseo tanto eso, el vacío. El domingo aburrido, la semana exasperante, llena de responsabilidades absurdas como el gas, la hipoteca... la vida es eso y yo deseo vida. Pero lo mío corresponde a lo absurdo. Yo soy la persona absurda y tú, tú no reconociste la canción más pop de Radiohead...

11.9.08

La vida es


"Hoy voy a morir" Así te dije cuando amanecí a tu lado, en esa cama blanca. Siempre creíste que mi casa sería como la tuya: blanca, estática. Mi casa es rosa. Mi cama es rosa. La toalla del baño es rosa. El tapete es ridículo y rosa (es de una mariposa). La lámpara es casi rosa, porque es morada. Mis calzones son rosas, no todos pero sí la mayoría. Mis cachetes son, ¿no adivinas? Son la grosería más rosa que conozco. Y así me puedo estar en esta tarde entre nublada y azul, enumerando cosas rosas. Cosas que veo mientras escribo. La caja de zapatos es obsoleta, pero también es rosa. El neceser contrasta, no mucho. Es rojo. El revistero es rosa. Las sábanas son más rosas que la colcha. Rosa. Rosa. Rosa. Y si mi oirtografía existiera seguramente sería muy rosa. Pero es extraño. Fuera de este cuarto, de esta cama, de esta piel, Rosa es un color que no soporto.

9.9.08

Martes: noche sin miel


Es la liviana idea de algo que bien podría despertarse si pongo mucha atención, como una extraña sensación en la mañana, como el rocío que aún no toca mis pies.

7.9.08



Ella no pensaba en Dios, Dios no pensaba en ella. Dios es de quien consigue llegar a Él. Clarice Lispector

Cuando Señorita Miel va al parque

Habría que iniciar aceptando el hecho de que, casi siempre, quiero envolver las cosas con capas amables. Quiero envolver las cosas, todas, con capas de algodón o aromas de tardes de té. Tendría que admitir que no puedo creer sin esa luz tenue y el jugueteo casi mudo de algún incienso que vino de muy lejos. Porque aprendí que Dios era una cosa muy grande, muy ¿cómo decirlo? Omnipresente, y entonces Dios no puede ser para mí algo cercano que se produce desde la realidad y ocurre hasta en las tardes más simples. En dado caso, Dios sería como esos hombres que se pasean por ciertas calles con la piel quemada, los ojos perdidos y esa mezcla entre deseo y desconfianza que cualquier extranjero despierta en mí.

Estoy atada a mis costumbres llenas de templos, imágenes y limosnas insaciables. Tan amarrada a la palabra concreta que hoy tengo miedo de nunca más poder acercarme de nuevo.

Es la molesta idea de sentir que perdí mi tiempo, el más valioso, el que comienza muy pronto y carece de memoria. Es el enojo contra esa monja amable que ni con sus galletas de chocolate pudo enseñarme a creer. Porque de nada sirve saber rezar si uno no sabe creer. Y yo no creo, no sé. Y es que depende de tantas cosas… jamás pensé que Dios cayera en los mismos juegos. Pero para que Él exista todo depende de mí, que a veces juego a no creer en nada.

Y cuando digo que estoy atada es porque estoy atada. Porque dejé de asistir y no dejé de temer. Porque aprendí a orar lejos de la monja y ahora que quiero volver sin los aromas y las capas, cómo hago para volver y traerlo a lo viejo conmigo. No sé si quepa. Porque tuve a Dios, lo tuve. Pero no se parecía a lo que la monja dijo. Tuve a un Dios muy adentro pero no era Dios, eran muchas cosas, todas diferentes, pero no era Dios. Y si Dios es una sola cosa ¿Dónde lo pongo?

Y luego está mi pretensión, mi necesidad. Habría que admitir que más que capas y capas siempre cubro todo de ésta, la mía gran necesidad de sentirme segura. Sé que me voy a morir, sólo no quiero que me torturen y necesito que Dios me diga que soy demasiado especial. No especial. No suficiente. Demasiado. Demasiado especial. Como si ese demás del demasiado fuera suficiente para no temer de nuevo a la tortura.

Así entonces, me siento falsa. Siento que creo por ser muy pequeña. Sé que lo siento y que soy muy pequeña, y necesito que Él sea el grande para cubrirme y ocultarme en su tamaño. Porque Dios existe, pero en un bosque lejano y húmedo. Porque creo que existe, pero en los desiertos de la Biblia, en el fuego de las montañas perdidas, y cuando trato de cargarlo conmigo se convierte en el amigo imaginario de los seis años en el que tampoco creía. Le parloteaba al aire para que la nana creyera que yo era como todos. Para que la nana fuera tierna y pensara que yo, además de pequeña podía ser inocente; podía creer en algo, algo bueno. Pero, querida nana, la imaginación sin fe es justamente esto que soy yo: dudas y dudas y más dudas.