25.9.09

simple

Dicen que el desierto un día fue mar
Y poco a poco fue perdiendo su profundidad
Pero a cambio encontró el silencio
Y después de tanto tiempo
Al fin estuvo solo…

El desierto
Tan seco
Tan lleno de viento
Tan lejano y lleno de secretos
Cómo hizo para poseer algo tan hermoso como la simplicidad?

Tierra y uñas


Hubo un momento, no muy lejano pero sí imposible de olvidar por las heridas que dejó. Hubo un momento en el que pedí a la vida la normalidad embotellada y reluciente de la cual carezco, muy a pesar de desear lo contrario.

Señoras y señores, con todo gusto quise seguir las reglas para brillar un día en la alfombra roja del matrimonio. Me acerqué a la boutique más exclusiva y elegí el vestido más reluciente, más de princesa, y comencé a sentir una tremenda necesidad, casi insaciable, de ser más de lo que era o podía ser yo dentro de algo así, destinado a brillar. Porque me parece fácil, simple, incluso coherente que un vestido así, un objeto tan lindo, posea un destino que yo, ni con mis 103 huesos y mi medula espinal pudiera imaginar.

Un vestido así, de seda, posee como destino brillar por encima del cuerpo que lo viste y si por alguna extraña razón el cuerpo trasciende al vestido, entonces ese cuerpo merece más que nada en este mundo millones de dólares para probar los excesos más tristes y deseables. Pero yo, que no soy un vestido… qué haría yo en una boutique embotellada en esos días queriendo ser lo que no soy.

Sí señora, efectivamente, tengo 26 añotes y si fuera un hombre no tendría más opción que arrastrarlos con cierta vergüenza entre las piernas, pero no, para nada me molesta si me ha llamado usted señora, aunque no entienda bien porqué. Qué mi marido en dónde anda? No señora, por aquí no hay ni marido ni peor es nada, por aquí se ha vuelto complicado confiar y sólo se encuentra usted. Ah, por cierto, tampoco poseo aún mi imperio multinivel de productos Avon. Y a todo esto, su marido donde andará? Todavía duermen en la misma cama?

No señores, yo misma hice favor de quitarme ese vestido y salir rápidamente de la elegante boutique, con mi sed insaciable de necesitarlos a ustedes, al otro lado de esa delgada línea que tracé, sin darme cuenta, hace muchos años.

Todo bien señores, todo bien. Sólo soy una señora que comprende que la sed y la infinita ausencia no se resuelven aquí. Todo bien si para saciar mi sed devoro como un animal poco adiestrado la tierra que atraviesa mi camino y me retuerzo a solas mientras miro el desierto, todavía muy lejos de mí, y la sed aumenta. Porque en la boutique de lujo no tienen tierra para que me arrastre, ni arena para sofocarme. Y evidentemente….