20.11.11

Tarea Fácil




Alguna vez creí que estabas ahí, mirándome bien, de frente, como se miran las personas que se saben; las personas que se han probado. Pero estaba mal. No estabas ahí. Te leí mal. Ahora te pienso. No quiero pensarte, pero lo hago.

Alguna vez creí cosas, cosas estúpidas, ajenas a mí. Todavía las pienso, pero no me queda claro aún si creo en algo. Creer está por encima de mis posibilidades, que en sí son estrechas.

Cuando era niña me contaron historias que creí de inmediato. Fue un acto de confianza. Hoy me pregunto si las personas que me han metido consideraron eso. Yo confiaba tanto en todos. Ya no.

Pero las historias permanecen. Son reales y existen en mi mente. Me pertenecen, todas, porque creí en ellas. Las guardo en mi mente. Las cubro con los pañuelitos de algodón que heredé desde pequeña.

Los hombres colocan un pañuelo y una pluma dentro de las bolsas de sus sacos. Después mueren y yo heredo los pañuelos con sus iniciales. Esa es mi función. Heredar pañuelos de algodón para cubrir con ellos las historias. Soy el custodio de todas las mentiras que se cuentan. Tarea fácil para quien no cuestiona; tarea fácil para quien ha dejado de confiar.

Las palabras pertenecen a un mundo que para mí es inestable. Espero que comprendas y no me pidas confiar más en tu espacio lleno de relatos. No puedo leerlos, no puedo sentirlos. Sólo sé cubrir la realidad con los pañuelos que mi abuelo no pudo llevarse. Pañuelos con las iniciales de un mundo que necesita ser cubierto y protegido.

Cubro tus relatos como cubrieron en la casa cada objeto que tocaste. Los resguardo dentro de mi mente. Ese es mi regalo para ti.