4.4.10

Semana Santa

En abril Dios cierra los ojos

Mientras tanto, algunos pecan con menos culpa y yo hago como que descanso y me tomo una cerveza tras otra. Pero yo no culpo a Dios. A mí me queda claro que Dios no existe para vigilar a nadie. No, Dios no es una madre abnegada como esa de la mesa de enfrente que regaña a un niño desobediente y retador. Dios no maleduca.

Y mientras tanto el sol me quema y me crece la barriga. Me quema las piernas, me quema la poca calma que me queda en este pueblo húmedo y aletargado.

Miro la botella una y otra vez. No entiendo bien, pero el agua nomás no se me antoja. Miro mi barriga, crece y crece y el sol me suda y me sacude las entrañas, y nada. No estoy aquí para que pase algo. Y a veces pienso que así será con todo.

No estoy aquí para salvar al mundo; para juzgar al mundo. No voy a redimir a nadie.

Y el mar está tan puerco, lleno de bolsas y botellas verdes. No quedan ganas de sumergir siquiera la punta de la punta de mis pies. Sólo me queda la orilla de la orilla, con mi barriga y mi cerveza fría…